THE BRITISH IN MEXICO
Número 3: Escuelas y Educadores Británicos en México
Introducción
En el proceso de escribir una historia de los británicos en México, estoy consciente de una fuerte tendencia de cambiar este estudio a un registro de la influencia británica en México. Aunque así es la tendencia, no es esa la intención; así, me encuentro constantemente buscando la manera de regresar al camino de la objetividad, después de haber virado en la dirección de la interpretación subjetiva y elogiar la contribución de los ingleses al desarrollo de México. De hecho, la mayoría del tiempo me doy cuenta que es difícil hacer una distinción entre la actividad británica y la contribución británica, pues parecen seguir un curso paralelo.
Además, el legado británico a México es tanto concreto como abstracto. Como ha sido registrado en The First Hundred Years: British Industry and Commerce in Mexico, 1821-1921 (Los Primeros Cien Años: Industria y Comercio Británicos en México, 1821-1921), las compañías comerciales inglesas aparecieron en horizontes mexicanos casi de manera simultánea con la partida de las últimas embarcaciones españolas. Los mineros británicos, principalmente de Cornwall, estuvieron entre los primeros en reactivar las minas de plata y oro abandonadas por los españoles y que estaban inundadas de agua. Antes del fin del siglo XIX, los ingenieros británicos habían drenado el Valle de México y, de esta manera, habían rescatado a la ciudad capital de su eterna inundación. Aquellos mismos ingenieros, bajo las siglas de Pearson & Son, Ltd., estaban transformando la antigua y peligrosa bahía de Veracruz en un moderno y sanitario puerto. Y, durante la primera década del siglo XX, este logro fue repetido en Puerto México (actualmente Coatzacoalcos), en el Golfo de Salina Cruz en el Pacífico; y los dos puertos reconstruidos fueron conectados por una vía férrea construida a través del Istmo de Tehuantepec, por los mismos ingenieros. Grandes plantas hidro-eléctricas también deben su existencia a la habilidad y enorme persistencia de Weetman Pearson, John Body y cuadrillas de constructores ingleses. En la Enciclopedia de México, 1977, se dice que Pearson, que después se convertiría en Lord Cowdray, fue el extranjero que más riquezas obtendría de México, ¡con la única excepción de Hernán Cortés! Sea como sea, literalmente millones de mexicanos de hoy, cien años después, siguen disfrutando los beneficios de sus proezas de ingeniería. Los romanos que construyeron los caminos, probablemente cubrieron sus nidos, pero construyeron los caminos.
También pertenecientes a la categoría de contribuciones británicas concretas en México están las instituciones bancarias fundadas aquí por pioneros ingleses en el siglo XIX. A este grupo pertenecen los nombres de Watson Phillips y Cia., quien era agente de Lloyds en México y que también realizó operaciones para la Casa de Rothschild; Richard Honey; la familia Meade, que estableció una sucursal del Banco de Londres en San Luis Potosí; la familia Pitman, también distinguidos banqueros en San Luis Potosí, y muchos otros.
Las compañías aseguradoras británicas fueron las primeras en llegar a México y, de hecho, introdujeron un nuevo concepto en este país que recientemente había sido liberado de la colonia.
Nada sería más tangible que las muchas, muchas toneladas de maquinaria inglesa que formaron las bases de la gigante industria textil mexicana durante el último siglo.
Y, ciertamente dignas de mención especial, están las numerosas millas de vías férreas que prestaron una función tan vital en el crecimiento de este país, construidas con equipo británico y administradas de acuerdo con el estilo inglés.
Un último ejemplo de contribución británica tangible en México: Los mineros de Cornwall en Pachuca fueron los iniciadores del juego de fútbol (soccer) en esta nación, en donde se ha convertido en el deporte nacional.
Es suficiente lo hablado acerca de la influencia obvia y visible de los ingleses, aunque, desde luego, todavía deben escribirse muchos volúmenes al respecto...
¿Y qué hay acerca de aquellas cualidades intangibles y abstractas que persisten en asociarse con los británicos incluso ahora, sesenta o setenta años después de que la Comunidad Británica llegó a su clímax en volumen e influencia en México? La insistencia porfiriana de orden sobre igualdad era enteramente favorable a la manera británica de conducir los asuntos. Así, durante los primeros años del nuevo siglo, algunas expresiones encontraron su camino dentro del idioma español y disfrutan de uso continuo hoy en día. Dos de ellas que llegan a la mente son “hora inglesa”, que es sinónimo de puntualidad; y, en segundo lugar, “palabra inglesa”, que expresa el concepto de “acuerdo entre caballeros”, es decir, palabra de honor.
Tal vez los ingleses eran considerados reservados hasta el punto del elitismo, fríos hasta la rudeza, inocentes hasta el punto de la ignorancia. Pero nunca hubo duda alguna de su sentido de juego justo, ni de su innata honestidad y nobleza básica. Sin duda, estas cualidades tan anglosajonas han sido admiradas e imitadas por los hijos e hijas de las aristocráticas familias mexicanas durante varias generaciones, a través de revoluciones, guerras mundiales, desastres económicos y catástrofes políticas.
Que las principales familias mexicanas son tradicionalmente anglófilas es un hecho conocido. El porqué de este fenómeno requiere de muy poca investigación: desde los primeros días del porfiriato, es decir, en los 1800´s, los herederos de las familias mexicanas eran enviados a Inglaterra a alguna de las principales escuelas jesuitas, Stonyhurst o Beaumont. De esta manera, a tierna edad, estos chicos crecían con las normas inglesas de actitud deportiva en las canchas de juego y decencia en las relaciones humanas. Las hijas de estas mismas familias, a pesar de no contar con la misma libertad otorgada a sus hermanos o a las chicas de su misma edad pertenecientes a familias inglesas, también estaban expuestas a la misma intensa exposición a los ideales anglo-sajones, a través de institutrices, traídas de las islas británicas para enseñar moralidad católica y el inglés de la Reina a las niñas bien de México.
En esta investigación de escuelas y educadores británicos en México, este grupo, que incluye institutrices y tutores privados, recibe un lugar muy especial que le es muy propio (¡casi otro libro por separado!), no solamente por la influencia educativa que estos individuos ejercieron en las jóvenes mentes de este país, sino también por el amor y devoción que frecuentemente inspiraba su labor.
Con tal interés sobre el estilo de vida inglés, aunado al afecto y admiración, no debe ser sorpresivo aprender sobre el creciente número de establecimientos educativos británicos en México, comenzando con el régimen de Díaz, tan apreciado en el núcleo de la comunidad británica. Lo que sí es sorprendente es la tasa a la que proliferaron estas instituciones y han continuado multiplicándose hasta nuestros días, incluso a pesa de que la comunidad británica ha disminuido en comparación con el tamaño que tenía en la primera mitad de este siglo. Antes de agudizar nuestro enfoque a algunas escuelas en particular, sería recomendable recordar un par de factores, que solamente sirven para aumentar nuestro asombro ante la situación. Primeramente, debe recordarse que la eternamente honrada tradición británica requería que las familias británicas, que vivían en el extranjero, enviaran a sus hijos varones a Inglaterra para que recibieran educación formal a la edad de siete u ocho años. Las niñas eran también enviadas, generalmente a la edad de trece o catorce años. Dada esta información, inmediatamente nos damos cuenta que a la gran mayoría de las renombradas escuelas británicas en México (y, de hecho, eran inglesas, desde su nombre hasta su currículum) acudían estudiantes mexicanos.
El segundo asunto a recordar es que, hasta la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de las hijas de las familias mexicanas acomodadas eran educadas en casa, en privado, atendidas por institutrices francesas, frauleins alemanas, institutrices inglesas, rectoras italianas, maestros de piano, etc. Acudir a una institución educativa pública se consideraba indecoroso e innecesario en muchos casos y, si por alguna razón, tal exposición pública era juzgada deseable, entonces regularmente la chica era enviada a una escuela conventual, gobernada por monjas de mente disciplinada.
¿Cómo es entonces que tantas escuelas inglesas existieron aquí durante un período de cien años, atendidas por un grupo tan devoto de educadores, dedicado a la práctica y propagación del sistema, tanto como del idioma inglés?
I. Escuelas del Siglo XIX
Una dama inglesa, de nombre Marion Edgar Pearl, quien vivió en México durante muchos, muchos años hasta el momento de su muerte, ha dejado un maravilloso registro de las memorias de su infancia en la Ciudad de México y en otros lugares de la República. A pesar de que otras escuelas deben haber llegado mucho antes que la de Mrs. Pearls, a ella se refiere la primera mención de una escuela inglesa en la Ciudad de México, hasta la fecha. En sus escritos, ella relata haber asistido al “Colegio Anglo-Americano” durante la década de 1880, cuando se cambió a la escuela de Mrs. Blake en Avenida Juárez. Agrega que “cuando murió Mrs. Blake, el Dr. John Butler tomó la dirección de la escuela, que después fue conocida como “Colegio Graduado Americano””.
Pareciera que, durante los últimos años del siglo, la mayoría de las jovencitas de la sociedad de la Cuidad de México acudían al Collége Saint Joséph pour Jeunes Filles, adecuadamente ubicado en la calle de Ribera de San Cosme, en la Colonia Santa María la Ribera. Fue a esta institución, eficientemente dirigida por monjas francesas, que el famoso payaso inglés, Richard Bell, envió a sus numerosas hijas. Y una de las pocas expertas en la elaboración de encajes que todavía permanece en la comunidad inglesa, actualmente asegura que aprendió este complicado arte “sentada en un banco alto, a la edad de cuatro años, de monjas francesas en San Cosme”; ¡el inusual aspecto de este caso es que las monjas tenían estrictas órdenes de los padres de las alumna de no permitirles participar en la misas! Como esta escuela conventual atraía a las hijas de las más encumbradas familias de todas las nacionalidades de la Ciudad de México, las estudiantes fueron conocidas como “Yeguas Finas”. Este no era, evidentemente, un colegio británico, pero contaba con alumnas inglesas.
Una verdadera escuela británica en la ciudad de México, que existió desde un poco antes del cambio de siglo, fue La Escuela Inglesa para Niñas, y su director fue Mr. Pope. Mrs. Solveig O´Hea (anteriormente conocida como Lili Lange) acudió a esta escuela durante muchos años después de su fundación y describe que abarcaba tres grandes casas de Paseo de Bucareli, hacia la calle de Lucerna. Otra alumna de la escuela de Mr. Pope fue Mabel Campbell Rickards, quien estaba destinada a jugar un papel muy importante para la comunidad británica en el futuro. A pesar de que no se conoce mucho acerca de Mr. Pope, aparentemente era más un hombre de negocios que un educador. Él tenía muchos deseos de lograr una alianza escolar con la incomparable Mrs. Maddox, de quien hablaremos más tarde; pero ella se negó a su oferta, sintiendo que entre ellos había diferencias en cuanto a metas educativas. Y según el “corre la voz”, eventualmente Mr. Pope abandonó el mundo académico y, poco tiempo después, se dedico al negocio de los helados.
El año de 1899 fue testigo de la inauguración del Colegio Williams, que continúa activo hasta nuestros días. El Profesor Camilo Williams, nacido en New Port, en la isla de Wight, había viajado exhaustivamente por el continente y había aprendido muchos idiomas, incluyendo el español. Después de un viaje por América del Sur, este cosmopolita llegó a México y se interesó profundamente por su historia, su cultura y la gente de este país. Fundó el Instituto Williams en la calle de Mariscal, muy cerca de la oficina de correos del centro, con el propósito de promover el conocimiento del idioma inglés. El éxito llegó con rapidez y, para 1912, la falta de espacio obligó al Instituto Williams a buscar mayores instalaciones. Desde las cercanías del centro, el Profesor Williams eligió reubicarse en un área que difícilmente habría sido considerada suburbana en aquella época: Mixcoac, en Avenida Revolución. (Existen rumores de que esta bella casa de piedra rojiza que ocupó la escuela, era la casa de campo del ministro de finanzas del Presidente Díaz, José Limantour, pero no debe darse por hecho hasta verificarlo).
Camilo Williams, quien contrajo nupcias con Luisa Rani, tuvo ocho hijos*. Ellos vivieron para ver convertirse a su escuela en una floreciente e influyente institución. Como fue retirada del centro comercial de la ciudad y como había comenzado a admitir alumnos en internado, el “Williams” adquirió una enorme granja en Cuautitlán, que servía para proveer alimentos para los estudiantes. Otra de las innovaciones de Camilo como fundador, fue rentar transportes de la compañía de tranvías de la ciudad, para recoger y llevar a sus casas a los alumnos.
Cuando Camilo murió, en 1924, su hijo mayor, John Adolph, se hizo cargo de la administración de la escuela. “Mr. Johnny”, con la ayuda de sus dos hermanos menores, Edward y Charlie, mantuvieron altos niveles académicos, al tiempo que introdujeron los deportes en el currículum escolar: Fútbol, béisbol y gimnasia. Fue este triunvirato de hermanos Williams que idearon el emblema del colegio: un abeja para simbolizar la labor constante, y el lema “Aut Homo, Aut Nulus” (“Si no se es hombre, no se es nada”).
El Colegio Williams disfrutó de treinta años de fructíferos logros bajo la dirección de “Mr. Johnny” y, cuando murió, en 1954, su hermano, “Mr. Charlie”, asumió el liderazgo. Este educador parecía combinar los talentos tanto de su padre como de su hermano mayor y el “Williams” continuó prosperando al entrar a su segundo medio siglo de existencia. En 1967, el Profesor Arturo Camilo Williams Rivas, nieto del fundador del colegio e hijo de “Mr. Charlie”, ascendió a la dirección, a pesar de contar solamente con treinta años cuado su padre murió. Actualmente, el Colegio Williams tiene una población de 2,400 estudiantes, espacios de juego, una alberca semi-olímpica techada, laboratorios para investigación agrícola y una sucursal institucional en Cuernavaca, encabezada por otro más de la dinastía Williams, Alejandro.
No solamente el “Williams” es uno de los primeros entre docenas de colegios británicos en México, sino que ha probado su durabilidad y continuidad a un grado que no admite rivalidades, con excepción, tal vez, de otra institución británica de aprendizaje que investigaremos en breve, es decir, la Maddox.
II. Tres Grandes Escuelas
En este punto, sería recomendable examinar la situación de la Ciudad de México. El año de 1910 marcó el centenario de la Independencia de México y la celebración, desde luego, fue grandiosa. Con una ligera noción de su inminente partida, el Presidente Porfirio Díaz orquestó galas y banquetes, desfiles y entretenimiento como tal vez nunca antes había sido visto en este continente. El hombre de ochenta años, con treinta años de próspera dictadura, se convirtió en anfitrión del mundo en aquella época. Había sido loado por príncipes y reyes, se le había presentado la Orden del Bath por el Embajador de Su Majestad en México, Sir Reginald Tower; e incluso el distinguido Secretario de Estado de los Estados Unidos, Mr. Elihu Root, expresó esta opinión acerca del Presidente de México:[1]
“Si yo fuera poeta escribiría elogios; si fuera músico compondría marchas triunfales; si fuera mexicano, sentiría que la constante lealtad de una vida no sería suficiente para retribuir las bendiciones que él ha traído a mi país. Pero como no soy poeta, ni músico, ni mexicano, sino solamente un norteamericano que ama la justicia y la libertad, y desea ver su reinado entre el progreso, el fortalecimiento y la perpetuidad de la humanidad, ¡veo a Porfirio Díaz, Presidente de México, como uno de los grandes hombres que deben ser ascendidos a la categoría de héroes de la humanidad!” (1907)
A pesar de toda la opresión y corrupción del régimen de Díaz, no puede negarse que la Ciudad de México se había convertido en una de las ciudades más bellas y seguras del mundo bajo su mano dictadora. La Colonia de Santa María la Ribera, en donde vivían muchos de los residentes extranjeros, había sido recientemente ornamentada con el colorido “Kiosko Morisco”, en el Parque de la Alameda. Éste fue un obsequio al gobierno mexicano y representó a este país en el Pabellón Mexicano de la Exposición Internacional de Nueva Orléans, en 1884; de allí partió a la Feria Mundial en París, en el año de 1889.
Cerca de esta área estaba la zona residencial de San Rafael, también preferida por la afluencia de habitantes ingleses y europeos. El Paseo de la Reforma estaba empezando a flaquearse por los establecimientos palaciegos que, actualmente, lo convertirían en uno de los bulevares más impresionantes del mundo; pero, a finales del porfiriato, se extendió no más lejos de la actual estatua de Colón. El Paseo de Bucareli era el que contaba con las casas más elaboradas, así como con el “Reloj Chino”, reciente obsequio de China al gobierno de Díaz, honrando el centenario de México. Más allá de este paseo de tres líneas, se extendían los campos de juego del Club Atlético Reforma, el Club de Cricket y el Club de Polo de la Ciudad de México.
Sin embargo, el cambio estaba en el aire, durante aquella primera década del siglo XX. La paz había promovido la prosperidad; el Presidente Díaz había motivado la inversión extranjera; se habían amasado fortunas en el comercio, la banca, la industria y los seguros. Entre los años de 1890 y 1920, la Ciudad de México disfrutó de uno de sus mejores períodos de crecimiento. [2] En 1890, los promotores norteamericanos comenzaron a desarrollar los campos abiertos que se extendían más allá del “Caballito” y nombraron a esta nueva semi-suburbana área “Colonia Juárez”. Aquí reproducimos lo escrito en la Guía de México de Terry (edición de 1911) con respecto de esta expansión de los bienes raíces:
“Las calles de esta colonia, es decir, la Juárez, son llamadas (con una única excepción) con nombres de ciudades extranjeras: Liverpool, Berlín, Viena, Londres, etc. La Excepción es la Calle de Dinamarca, la patria del Danés (Mr. F.P. Hoeck) quien erigió la primera casa en el distrito. La plaza principal también se conoce como Dinamarca. Los valores de estos terrenos se han elevado de $3 por metro cuadrado, en 1890, a $50 o más”.[3]
La Guía de Terry de 1927 contaba con más detalles acerca de esta nueva sub-división:
“...la Colonia Juárez, uno de los mayores mejoramientos cívicos nunca realizados en la vieja ciudad...el foco de la riqueza y moda norteamericana, inglesa, francesa y alemana de la metrópoli; las pulcras calles de asfalto, algunas de las cuales están flanqueadas por filas de bellos árboles...”[4]
Y, para 1927, Terry presenta un nuevo desarrollo, por vez primera:
“Hacia el sur, atravesando las calles de Chapultepec y Tacubaya, está la hermosa Colonia Roma, uno de los más atractivos suburbios de la ciudad, con avenidas de 100 pies de ancho y calles de 66 pies de ancho, y la bella Plaza de Orizaba*. La colonia data de 1903.”
“Hacia el oeste se extiende la bella y nueva Colonia Condesa, con algunas espléndidas fuentes públicas y la enorme Plaza de Toros. Las calles reciben el nombre de estados y ciudades mexicanas. La Condesa data de 1927 o antes”.[5]
Edwin W. Orrin, el famoso empresario, fue el primer promotor de este distrito, en conjunto con el canadiense George I. Ham, cuyos apartamentos tenían mucha demanda entre los recién casados en los años veinte. Diez años después, muchos jóvenes recién casados deseaban encontrar un espacio en renta en los apartamentos de la Condesa.
Con la perspectiva histórica de 75 años, parecería que, para los enclaves extranjeros en la Ciudad de México, las puertas abiertas por la Revolución Mexicana terminaron con tres décadas de tranquilidad y prosperidad. No solamente dejó de existir la Pax Porfiriana, sino que la violencia revolucionaria se combinaba con eventos de la Primera Guerra Mundial, durante la cual, México mantuvo una “absoluta neutralidad”.
Dadas las condiciones, parece sorprendente que el estilo de vida en estas comunidades extranjeras no sufriera cambios más radicales y repentinos. Existen unos pocos casos de drásticas caídas de negocios cuando se rompió el orden; uno de ellos fue el de la muy exitosa fábrica de ropa blanca para casa, conocida como “La Linera”, propiedad de la familia Hamer y que fue obligada a abandonar el negocio por la imposibilidad de importar lino de Irlanda, Bélgica y Rusia, como en los días previos a la guerra. Pero, considerando el panorama general, es digno de atención el hecho de que la vida continuara su curso normal, especialmente en la Ciudad de México, en donde la estabilidad persistió hasta mucho tiempo después de que la provincia se había rendido al caos, tanto al norte como al sur de la capital. Y fue durante esta segunda década del siglo XX que tres grandes escuelas llegaron a la Ciudad de México y procedieron a ejercer una inestimable influencia en las generaciones futuras. Todas estas escuelas fueron fundadas por educadores ingleses o irlandeses y, por lo tanto, merecen un lugar importante en esta historia. De igual manera, se localizaban casi exclusivamente en las Colonias Juárez, Roma y Condesa, descritas de manera tan entusiasta por la Guía de Terry.
La Academia Maddox
“Para mí, la Maddox fue mi hogar, mi familia, mi escuela, mi religión, mi todo” – Carlota (Toti) Creel Algara.
Cuando Mrs. Jessie Sampson Maddox, una dama inglesa, llegó a México en 1910, llegó para ocupar el puesto de tutora privada de dos jovencitas de una prominente familia mexicana. Ella era una maestra natural y una mujer de gran visión pero, sin importar cuán grande fuese su visión, es muy poco probable que ella hubiera imaginado que, 75 años después, una escuela portando su nombre y luciendo una magnífica estructura física, continuara existiendo.
Mrs. Maddox, después de pasar un breve período impartiendo clases privadas a alumnos que vivían en las mansiones de Paseo de la Reforma y en los recientemente fundados vecindarios al sur del mismo, tuvo la oportunidad de abrir su propia escuela en un ex-convento en Avenida Chapultepec. El Colegio Maddox tuvo gran éxito desde el inicio y constantemente requería de la ampliación de sus instalaciones. Se intentaron varias locaciones: desde Chapultepec, hermosa y llena de árboles, la escuela se mudó consecutivamente a las calles de Berlín; después a Lucerna No. 63, Lucerna No. 65 y finalmente quedó más o menos permanente en Havre No. 35, cerca de la esquina con Insurgentes, en la Colonia Juárez. Fue en esta hermosa casa porfiriana que la escuela se convirtió en la Academia Maddox, nombre con el que se le conoce, y muy bien, en nuestros días.
Desde el inicio, “la Maddox” atrajo a las hijas de las aristocrática familias mexicanas; para muchas de ellas, representaba un escape a la eterna rutina de las clases privadas. Con sus uniformes y maneras disciplinadas, las chicas de la Maddox deben haber causado muy buena impresión. Mrs. Maddox era conversa a la iglesia católica romana, pero su escuela no estaba limitada a jóvenes católicas. Cuando todavía se localizaba en Lucerna 63, la escuela abrió sus puertas a los varoncitos; pero este experimento no duró mucho tiempo porque, en 1924, la Academia Maddox se convirtió en internado para chicas que llegaban de muchas provincias de la República Mexicana a la capital. Baja California, Chiapas, Yucatán, Jalisco, Oaxaca, Puebla, Veracruz, la gente de buena cuna de estos aislados lugares vio las oportunidades educativas que esta sobresaliente institución ofrecía para sus hijas.
Muchos años antes de que fuera aceptado en México que las mujeres trabajaran, la Academia Maddox se había apartado del currículum tradicional. En 1930, se abrió una sección comercial para la capacitación de secretarias bilingües. El personal de esta nueva sección estaba conformado por muchas mujeres que tomaron relevancia en el campo educativo en el futuro: Miss Alice Riveroll, las Sritas. Margarita S. de Ramírez, María Durán, Miss Lula Alscher, Josefina Guevara y Miss Doris Maddox Angell, hija de la fundadora.
En 1932, Mrs. Maddox legó las riendas de su reino a su hija, y su brillante colaboradora durante los siguientes 55 años, Miss Susana Montes de Oca, ingresó a la vida de la escuela en aquella época. (Lamentablemente, Miss Sussy falleció hace poco tiempo). En 1937, la Academia Maddox se mudó nuevamente, a su propio edificio, en la calle de Sena No. 42, en la más reciente Colonia Cuauhtémoc, a través de Paseo de la Reforma partiendo de su última ubicación. Y, en ese mismo año, Mrs. Maddox murió, amada, respetada y grandemente admirada por miles de alumnas y maestros.
Mrs. Doris Angell heredó el don de su madre para enseñar y su talento natural mejoró considerablemente por sus años de estudios avanzados en el extranjero. Obtuvo un Doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Gales y después fue a la Sorbona. Años después. Ya de regreso en México, esta superdotada dama recibió un segundo Doctorado en Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Doris Angell estaba estrechamente relacionada con la muy respetada familia de Jules Lacaud aquí, en la Ciudad de México, durante los primeros años de la década de los veinte. De acuerdo con Mrs. Ernest Cooper (Helen “Paddy” Lacaud, de soltera), en su recientemente publicado libro,* dos de sus hermanas menores, Margaret y Louise, fueron madrinas de honor en la boda de Doris Angell, e incluye una encantadora fotografía de la ocasión. Mrs. Angell también “asesoró” a Yvonne y Helen Lacaud. Tiene un hijo, Peter, quien vive actualmente en la Ciudad de México.
De hecho, Doris Angell vivirá por mucho tiempo en la memoria de sus alumnas, junto con su ilustre progenitora. Es muy revelador tanto leer como escuchar los comentarios acerca de Mrs. Angell. Una dama, por muchos años perteneciente a la comunidad británica en México y quien asistiera a la Academia Maddox antes de ser enviada a Inglaterra, recuerda lo siguiente: “Debo haber sido pequeña para mi edad, inmadura y una estudiante mediocre. Tal vez por eso Mrs. Angell sintió un interés especial por mí. Le debo mucho a ese interés especial”. Otra octogenaria, sobre sus recuerdos infantiles, escribe lo siguiente: “...fui enviada a una escuela dirigida por una mujer inglesa, Mrs. Maddox, que estaba a una distancia que podía recorrerse a pie...cuando su hija, es decir, Doris Angell, se unió al personal docente, me volví muy entusiasta del aprendizaje. Doris era graduada de Aberstwith y la Sorbona, y creo que se interesó por mí ya que yo era buena alumna”.* Este muy informativo recuerdo de Mrs. Helen Morgan la llevó a recordar que, en una ocasión, ella y sus compañeras iban caminando y se les unió “una chica mexicana muy hermosa, que estaba ansiosa por mejorar su inglés. Su nombre era Dolores del Río y, muy pronto, partió a Hollywood, California”.
Antes de hacer una descripción final de la Escuela Maddox, según su apariencia actual, ¡digamos algo acerca de Mr. Maddox! Helen Lacaud Cooper relata la siguiente historia, en sus propias palabras:
En 1953, “mientras mirábamos St. Pirans, una preparatoria para varones, estábamos platicando con el director y, en la conversación, mencionamos nuestras conexiones con México. Más tarde, al caminar por la capilla, él señaló una placa de bronce colocada allí en memoria de Thomas Edward Maddox y nos preguntó si conocíamos a Mrs. Maddox en México. Como sí la conocíamos, nos detuvimos y charlamos y él nos dijo que Mr. Maddox había sido maestro de música durante muchos años y que todo el mundo le tenía cariño, y que había sido otro “Mr. Chips””.**
Para 1962, las instalaciones de Sena No. 42 ya no estaban siendo adecuadas. La población de estudiantes de entonces ascendía a mil; el transporte se hacía cada día más difícil a medida que el sorprendente crecimiento de la ciudad llegaba a su clímax. El área se congestionaba cada vez más y más, a medida que se convertía en zona comercial. De esta manera, se tomó la decisión de mudar toda la Academia a la recientemente desarrollada Ciudad Satélite, a algo así como quince kilómetros al noroeste de la ciudad. Allí, el “patronato” de la escuela compró catorce mil metros cuadrados de terreno y comenzó la construcción de los modernos edificios que son tan impresionantes para el visitante actual. Hay espacio suficiente para albergar a más de dos mil alumnas, muchas de las cuales provienen de largas distancias. Entre las instalaciones recreativas se incluyen una alberca techada de tamaño casi olímpico, un gran auditorio con órgano motiva las representaciones dramáticas, clases de danza y asambleas escolares.
Uno de los logros más importantes de la Academia Maddox es que a los estudiantes se les inculca amor por su patria, así como por Inglaterra. Por lo tanto, el día de la Bandera es celebrado cada febrero con una espléndida ceremonia escolar, haciendo homenaje a las banderas de México y de Gran Bretaña. Jessie Sampson Maddox estaría muy orgullosa...
La Escuela Británica
“Todo lo que he aprendido acerca de la decencia, el honor y el juego limpio, lo aprendí en P.J.” – Sra. María Teresa Redo de Sánchez Navarro.
A pesar de que tenía el título oficial de Escuela Británica, esta segunda de las grandes escuelas durante el período comprendido aproximadamente entre 1912 y 1940, era más conocida como la “Pryce-Jones” e, incluso de manera más familiar, ¡como la PJ! El mayor punto de evidencia de ser la más verdaderamente británica escuela de la época en la Ciudad de México.
Comparada con los considerables datos biográficos de Mrs. Maddox, no se conoce mucho acerca de los antecedentes de Mary Sophie Pryce-Jones. Aparentemente, llegó a México con su esposo, empleado de la compañía petrolera El Águila, en Tampico; pero los años han hecho difusa esta información. Incluso la fecha de fundación de la escuela es incierta, aunque debe haber sido alrededor de 1922. La ubicación es más definitiva: Avenida Chapultepec No. 410, casi al frente del antiguo acueducto. Antes de fundar su propia escuela, Mrs. Pryce-Jones había impartido clases a pequeños grupos, en las calles de Jalapa y Orizaba.
El hecho indiscutible acerca de Mrs. Pryce-Jones es que ella era una educadora extraordinaria y una gran dama, de la más alta calidad moral. Su accesibilidad queda comprobada por el hecho de que, tanto estudiantes como maestros, la amaban profundamente. La disciplina era estricta en la Escuela Británica, de acuerdo con las costumbres imperantes en una época pre-permisiva; pero los principios del juego limpio eran mucho más estrictos. Existen muchos ejemplos de memorias vivas de Mrs. Pryce-Jones anulando a las poderosas institutrices inglesas en la forma en que el castigo debía tomar forma. Nunca permitía la humillación pública o que se avergonzara a alguno de sus alumnos. Ser “enviado a Coventry”* era un método correctivo común: dependiendo de la gravedad de la falta, el culpable era totalmente ignorado por maestros y alumnos durante un tiempo previamente estipulado, ya fueran algunas horas o días.
La “P-J” era para niñas y varones, desde el primer grado hasta el sexto. Muchos de ellos eran hijos e hijas de las familias inglesas más importantes de México, que acudían a Pryce-Jones antes de ser enviados a escuelas en Inglaterra o Canadá. Es un hecho que muchos jóvenes de la Ciudad de México se ofrecieron como voluntarios para luchar por Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial. De estos grupos, también es un hecho que un desproporcionado número de muchachos murieron por la causa Aliada. Muchos de estos jóvenes habían acudido a la Escuela Británica y, a pesar de que no estaban obligados a alistarse en el ejército siendo, la mayoría de ellos, segunda o tercera generación de británico-mexicanos, la influencia de sus primeros años en “P-J” fue motivación suficiente para unirse a las fuerzas armadas.
Los maestros de la escuela también adquirirían gran reconocimiento con el paso de los años. Un cierto Mr. Adcock, por ejemplo, famoso por su enorme estatura, el sombrero colgando de su pequeña cabeza y su evidente desagrado por las chicas, se incorporó como maestro bajo las órdenes de Mrs. Pryce-Jones. Posteriormente, se convirtió en tutor privado de varones pertenecientes a familias de la comunidad británica, como Arthur Turner, Neil Robinson, los Atherton y los Clifford, sólo por mencionar algunos.
Mucho más se escribirá después acerca de Charles Otto Robson, pero también debe ser incluido entre los maestros que adquirieron una capacitación temprana por parte de Mrs. P-J. Y, en sus propias palabras, Sheila Paterson (Carr, de soltera), hace el siguiente reclamo de fama: “!Yo enseñé arte durante un mes en la Escuela Británica y fui la única maestra que fue despedida por Mrs. P-J!” Mabel Rickards (Campbell, de soltera), de quien sabremos más unas páginas adelante, aparece en la famosa fotografía Pryce-Jones de 1929. De acuerdo con Rose Robertson de Portilla, durante una entrevista reciente, “¡Todos los chicos estaban enamorados de Mabel Campbell!” y continúa diciendo que C.O. Robson, que gozaba de una reputación similar a la de Mr. Adcock por su desagrado por las chicas, había sido escuchado decir que ella (Mabel) era “un muy agradable pedacito de mujer”.
Hay tanto por escribir acerca de Miss Evelyn Bourchier, que es deseable que el futuro produzca la biografía completa que ella merece. Ciertamente en relación con su trayectoria como maestra, primero en el Pryce-Jones y después en el Windsor, su nombre siempre va acompañado de los más altos honores. Para Beatriz Redo de Yturbe, Miss Bourchier era la “personificación del juego limpio”. Y, en su entusiasmo, “Tichi” Yturbe agrega: “¡Durante aquellos años en el Pryce-Jones, todos simplemente adorábamos ir a la escuela!”. Citando a Rose R. de Portilla por segunda ocasión, “Había algo en Miss Evie Bourchier que siempre nos hacía desear darle lo mejor de nosotros”. Incluso ahora, más de cinco décadas después, las hermanas Redo recuerdan a Miss Bourchier con gratitud por una confrontación que tuvo con su formidable institutriz, Miss Furlong, en la que triunfó el innato sentido de justicia de Miss Bourchier sobre una ocasional tendencia irlandesa de exagerar el cumplimiento de la ley.
La Escuela Británica no era católica. El español era enseñado como segundo idioma, tal vez dos veces por semana. ¡Y, tal como en la Maddox, los estudiantes adquirían un gran aprendizaje acerca de la historia europea y virtualmente nada de la historia mexicana!
Con tal devoción como la que acompañaba a Mrs. Pryce-Jones, y todavía la sigue acompañando, ¿cómo es posible que se sepa tan poco de su vida personal? De su familia, lo único que sabemos es que tuvo un hijo llamado Hugh, quien vivió durante muy poco tiempo en México y quien, de acuerdo con un reporte no verificado, murió en la Segunda Guerra Mundial. Ella debe haber tomado parte en la vida social y/o deportiva de la comunidad, pues existe una fotografía de ella, tomada en el Field Day del Club Atlético Reforma en 1923, cuando el club estaba todavía en la esquina de Mariano Escobedo y Paseo de la Reforma, prácticamente a la sombra del Castillo de Chapultepec. Sin embargo, eventualmente Mrs. Pryce-Jones se retiró y se fue a vivir sus últimos años a Inglaterra, de hecho, durante el pleno estallido de la Segunda Guerra Mundial, a mediados o finales de los años treinta. Vendió su escuela a una mujer norteamericana de nombre Mrs. Stewart y su socia, la Sra. Nellie Arriaga; pero, al cabo dedos o tres años, la escuela fue cerrada. La hermosa y enorme casa ya no existe, excepto en el fondo de la memoria de cientos de alumnos de P-J.
De esta manera, la Escuela Británica llegó a su fin, aunque no realmente. Primeramente, porque la influencia de esta gran dama fue tan duradera que, incluso ahora, al menos dos generaciones después, la memoria de su institución provocará con frecuencia declaraciones como las citadas al principio de esta sección. En segundo lugar, porque, en el Pryce-Jones, conmemorado por la fotografía clásica de 1929, flanqueando a la directora, se encuentran dos de las tres jovencitas que estaban destinadas a continuar con la tradición de P-J: Mrs. Margaret Hart a la izquierda y Mrs. Isabel Greensill a la derecha. Incluso mientras su directora navegaba hacia Inglaterra, después de dedicar casi veinte años de su vida a enseñar los métodos pedagógicos ingleses en su país, estas talentosas y jóvenes maestras, en conjunto con la anteriormente mencionada Miss Evelyn Bourchier, estaban fundando una nueva institución inglesa de aprendizaje, la cual se convertiría en una popular sucesora del Pryce-Jones, es decir, la Escuela Windsor, de la cual hablaremos un poco más adelante.
Tal vez este resumen tan conciso acerca de la Escuela Británica motivará una investigación posterior en antiguos anuarios escolares y memorabilia. A pesar de que su longevidad no puede, en manera alguna, compararse con la Academia Maddox, durante sus cerca de 15 años de existencia ejerció una poderosa influencia en las mentes y las personalidades jóvenes, además de jugar un importante papel en la comunidad británica durante su época de prosperidad como, sin duda, fue la Escuela Británica.
Helen Herlihy Hall
“...para mí, “El Helen” fue el escenario ideal para una infancia feliz – el más bello ambiente en el cual aprender y crecer...” Mary Montaño, maestra de profesión.
Si existe una carencia de información relacionada con la Escuela Pryce-Jones y su fundadora, hay una escasez aún mayor de datos reales acerca del Helen Herlihy Hall (¡Nadie ha sido capaz de identificar a la persona que dio nombre a la institución!) Lo anterior es más sorprendente cuando nos damos cuenta de que, durante tres décadas completas, esta institución tuvo un papel fundamental en la escena educativa de México. De acuerdo con las muy poca fuentes disponibles actualmente, el “HHH” se localizaba en Avenida Chapultepec, cerca de la esquina con Insurgentes: Esto fue todo lo que tuvo en común con las otras dos “grandes escuelas” del período comprendido entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
En algún momento, durante los primeros años de la década de los treinta, un grupo de monjas inglesas y norteamericanas, pertenecientes a la Orden del Verbo Encarnado, construyeron un hermoso edificio en la esquina de Paseo de la Reforma y la calle Danubio. La Colonia Cuauhtémoc era nueva y ciertamente gozaba de prestigio, era adyacente a la Colonia San Rafael y sus calles recibían los nombres de los ríos más importantes del mundo. Toda la sección del noreste de la glorieta del Monumento a la Independencia ha cambiado tan drásticamente, con el enorme Hotel Sheraton y la Embajada de los Estados Unidos, que es difícil determinar el lugar preciso del edificio del Helen Herlihy Hall, construido al estilo “art déco” que era tan popular en esta ciudad durante los años veinte y treinta, y que demostró ser sorpresivamente resistente a la destrucción de los terremotos. Una mirada al anuario escolar de 1937 nos revela unos lujosos equipos e instalaciones, que convierten en espartanas a las demás escuelas. Las grandes y brillantes áreas de comida, los balcones mirando al Paseo de la Reforma con la incomparable vista del Ángel de la Independencia, los dormitorios y los salones de estudio nos hablan de una próspera y moderna operación.
De acuerdo con una dama que asistió al “Helen”, la mayor parte del cuerpo estudiantil consistía en jovencitas de ricas familias de provincia. Como ejemplo, cita a la hija de Tomás Garrido Canabal, un jefe militar tabasqueño quien, finalmente, se encontró con su igual en el Presidente Lázaro Cárdenas.
La directora de la escuela era la Hermana Mary Evangelist Stapleton, quien parece haber sido muy amada por mucha gente en diferentes sectores de la sociedad. La influencia católica irlandesa del lugar era, comprensiblemente, rígida; muchos de los residentes citadinos recuerdan la vista de las chicas del Herlihy Hall, en fila, cruzando el Paseo para acudir a la misa diaria en la Votiva, en la esquina de la calle de Génova, en lo que actualmente es la Zona Rosa.
Posteriormente, ocurrió un sorpresivo cambio de circunstancias: La Hermana Evangelista decidió “colgar los hábitos”, dejando de ser monja, pero mantuvo la escuela. Después de este evento, que debe haber estremecido al HHH hasta sus cimientos, cierta Hermana Lilia se amotinó y fundó otra escuela, la Fitzgibbon, llevándose a muchas de las alumnas del Herlihy Hall con ella a la Colonia Roma. Hablaremos más de esta escuela posteriormente. Un nombre adicional relacionado con el “Helen” fue el de esta otra educadora irlandesa: Miss Theresa O´Keefe.
En el Directorio Anglo-Americano de 1957-58, todavía figura en las listas un Helen Herlihy Hall, localizado en la Calle de Puebla No. 329, pero el brillante sol de la antigua y gran institución había sido definitivamente eclipsado por la llegada de un nuevo grupo de escuelas fundadas como descendientes de estos tres sobresalientes colegios.
III.- Sucesoras de las “Tres Grandes Escuelas”
En 1937 murió Mrs. Maddox; en enero de 1938 fue fundada la Escuela Oxford por Miss Alice Riveroll y tres personas más: Nancy Hortop, Rita Castillo y Elena Mier. Miss Riveroll había sido alumna de la Maddox y después había sido maestra en la misma institución, como consta en la fotografía de 1932. Ella es la segunda a partir de la derecha, en la fila frontal; una bella persona, entonces y ahora.
Cuando los familiares y amigos le sugirieron a la joven Alice que abriera su propia escuela, ella dudó, pero no por mucho tiempo. Muy pronto, las cuatro amigas estaban barriendo pisos y lavando ventanas para preparar sus instalaciones en la Calle Copenhague No. 4. Esta primera escuela era solamente comercial, en donde se impartían clases de mecanografía, taquigrafía y contabilidad. Después de solamente dos cortos años en esta dirección, la demanda de más espacio originó la segunda Escuela Oxford, en la “vieja Casa Ortega”, en Córdoba No. 45. Aquí, en el corazón de la colonia Roma, la Oxford permaneció durante los años de la guerra, de 1940 hasta 1957.
A pesar de que la escuela siempre fue católica, nunca fue administrada por monjas. El currículum no se sujetó por mucho tiempo a los asuntos comerciales; se impartían cursos de religión para preparar al alumnado para la Primera Comunión. El reconocido Padre de la Peza era responsable de impartir dicho sacramento en la Iglesia Gualupita, en la Calle de Enrico Martínez, después de que la otra iglesia en donde había misas en inglés, Santa Brígida, había sido lamentablemente demolida para construir el eje vial de San Juan de Letrán.
A pesar de que se admitieron varones en la Escuela Oxford durante un corto período en la historia de la institución, “se volvió muy complicado”, dice Miss Riveroll, recientemente, con un guiño en sus ojos. En una entrevista en su bello penthouse de Tlacopac, hacia el Ajusco, ella continúa relatando que vio a su escuela crecer de trece alumnos a 1600.
Para 1957, el vecindario de Córdoba era complicado por el tráfico y la dificultad para llegar. De manera que Miss Riveroll y Miss Hortop y sus dos socias originales dieron un gran paso y ordenaron la construcción de una moderna escuela en el Antiguo Camino a Acapulco, en el número 87. Ésta fue, y sigue siendo, una impresionante estructura con moderno equipo para el estudio y el recreo, incluyendo una alberca.
Pasaron más de veinte felices y productivos años para los maestros y estudiantes del Oxford. En 1979 se recibió una oferta de compra y las cuatro socias originales aceptaron. Miss Riveroll se dedicó a otras cosas, “para nunca más volver”, incluso cuando su escuela celebró su aniversario número 50, en 1988. Miss Nancy Hortop murió hace dos años; la Escuela Oxford todavía existe y Alice Riveroll aparenta ser una persona íntegra y exitosa, con su misión cumplida y muchos años por delante para disfrutar de sus éxitos.
A pesar de que el año exacto del regreso de Mrs. Pryce-Jones a Inglaterra y su retiro de la enseñanza es incierto, a partir de todas las evidencias disponibles podemos decir que debe haber sido un poco después del principio de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, la fundación de la Escuela Windsor coincide de cerca con la del Oxford, en 1938.
Como se ha señalado anteriormente en esta investigación, las tres fundadoras del Windsor, Miss Evelyn Bourchier, Mrs. Isabel Greensill (Power, de soltera), y Mrs. Margaret Hart, fueron maestras en el Pryce-Jones. Ellas demostraron ser un trío muy dinámico. La escuela se localizaba, en principio, en la Calle de Havre, en la Colonia Juárez; después se mudó a Liverpool No. 14. Más tarde, aparentemente, se cambió a la Calle de Marsella y algunos ex-alumnos de Windsor recuerdan haber asistido a la Calle de Baja California, en la Colonia Condesa.
A pesar de que el Windsor ya no existe, es recordado con afecto por varios miembros de la comunidad británica de la actualidad. Es probable que, entre las ya mencionada escuelas inglesas de los años cuarenta y cincuenta, esta institución contara con el porcentaje más alto de estudiantes ingleses de entre sus contemporáneas (sin embargo, es dudoso que la población anglosajona en total sobrepasara el 50%). Sea como sea, una mujer que realmente debe saber*, subrayó recientemente: “¡El Windsor fue, definitivamente, LA escuela del momento!”.
Cuando la Hermana Mary Stapleton, religiosa irlandesa mejor conocida como Hermana Evangelista, tomó la decisión de renunciar a sus votos, el resultado natural fue un cataclismo en la institución de la cual era directora, el Helen Herlihy Hall. Una de las otras maestras, la Hermana Lilia, también religiosa irlandesa de la Orden del Verbo Encarnado, decidió fundar una nueva escuela. El año de esta separación no se conoce con precisión, pero probablemente ocurrió a principios de los años cuarenta, más o menos en los mismos años de la fundación del Windsor y el Oxford.
La Hermana Lilia contó con muchos seguidores en su nueva empresa, a la cual nombró Escuela Fitzgibbon. Se llevó a muchas de las ricas jovencitas mexicanas del “Helen”, ahora que ya no era una escuela conventual. Una alumna del Fitzgibbon recuerda la presencia de las hijas de los Presidentes Calles y Ávila Camacho, aunque esta no es información confirmada.
La primera ubicación del Fitzgibbon fue en la Calle de Córdoba, no muy lejos del Oxford, en el número 16, en la “vieja Casa Magaña”. De allí, se mudó a su más permanente domicilio en la Calle de Jalapa No. 44, también en la Colonia Roma, justo a una cuadra de distancia de la moderna iglesia de la Sagrada Familia y con la vista de los jardines y la magnífica fuente de lo que ahora es la Plaza Río de Janeiro. La casa era, y todavía es, un muy claro ejemplo del estilo porfiriano, que fue tan característico de la época. El Fitzgibbon cerró sus puertas en algún momento no determinado, pero el recuerdo de la escuela es todavía suficiente para hacer brillar las miradas de sus ex-alumnos.
Por último, y no por eso menos importante en este grupo de escuelas británicas (clasificadas juntas por sus fechas de fundación y su relativa proximidad mutua en la Ciudad de México), está la Escuela Queen Mary. Esta escuela católica para niñas, también puede decirse que surgió de la Escuela Maddox, porque, como el Oxford, el Queen Mary fue fundado por mujeres que habían estudiado e impartido clases bajo la dirección de Mrs. Maddox. Carmen y Josefina Guevara abrieron su escuela del otro lado de Paseo de la Reforma, en la Colonia Cuauhtémoc, en la Calle de Río Nazas.
Desde luego, al Queen Mary, como a muchas de las otras escuelas británicas ya mencionadas, acude una sobresaliente mayoría de estudiantes mexicanos, Las hermanas Guevara han mantenido los más altos niveles de enseñanza y disciplina, incluyendo tres horas diarias de inglés e instrucción religiosa, además de misas todos los días. Actualmente, la escuela se encuentra en Río Balsas. Seguramente, Mrs. Maddox miraría con amabilidad y orgullo estos frutos maduros de sus primeras labores.
En el transcurso de seis u ocho meses de investigación de este tema, han emergido los nombres de otras escuelas. Dos instituciones muy reconocidas son la Queen Elizabeth y la Margarita de Escocia, ambas predominantemente mexicanas, con un fuerte sabor inglés y énfasis idiomático. La Escuela Bell fue otra más durante los años cincuenta: ubicada en las Lomas de Chapultepec, fue dirigida por Miss Stella Bell, hija del payaso inglés, Richard Bell y talentosa educadora. De hecho, se escuchó a una mujer decir, a pesar de una maravillosa oportunidad de trabajo para su esposo en los Estados Unidos, que le pesaba mucho dejar México por la necesidad de sacar a sus hijos de la escuela de Miss Bell. Stella Bell murió en diciembre de 1988, a una avanzada edad.
La Escuela Rickards merece mención especial. ¿Por qué especial? Por su fundadora y directora durante un período de casi 25 años, de 1953 a 1975: Mrs. Mabel Campbell Rickards. Nacida en Peralvillo, en el Distrito Federal, ella acudía a la Escuela Inglesa para Niñas, bajo la dirección de Mr. Pope, en 1918. De ascendencia escocesa, el tío de Mabel Rickards, John Edwards Campbell, fue el primer extranjero en obtener un título universitario en arquitectura en México. Como consecuencia, logró muchos contratos de construcción durante el lucrativo porfiriato, incluyendo la construcción de estaciones de tren de un extremo de la República al otro. La “Decena Trágica” de 1913 encontró a Mabel viviendo en la Calle Tornel, en Tacubaya, “al lado de la Casa Padilla”. Tal vez Mrs. Rickards tiene la distinción de haber impartido clases en más escuelas que cualquier otro educador, con la posible excepción de Mrs. Joan Robison Comber. Enseñó en el Maddox en la Calle de Viena, en 1925. De allí, partió al Garside, una importante escuela norteamericana. En 1928, estuvo en la Pryce-Jones en la Calle de Durango, cautivando los corazones de los jovencitos (¡vea la página 12!). casada con George Rickards, perteneciente a una de las primeras familias inglesas en llegar a México, Mabel tuvo un hijo, también llamado George, y actualmente es bisabuela.
La Escuela Rickards se ubicaba al principio en Insurgentes, en la Colonia Guadalupe Inn – en realidad en Jaime Nunó No. 11. De allí, la escuela se mudó a la Calle Carolina No. 71, en la Colonia Nápoles, muy cerca de la Plaza de Toros. A ella acudían niños y niñas, hasta un total de 350 estudiantes. Actualmente, la construcción es un restaurante. Mabel Rickards está nuevamente enseñando, en la Escuela Juniper, en Tacubaya. Y, como si las clases matutinas de música no fueran suficientes para esta juvenil octogenaria, ¡también imparte clases de catecismo, dos tardes por semana! Para agregar una nota personal acerca de Mabel Campbell Rickards, el día de una entrevista, ella estaba preparando palomitas de maíz para una posada callejera de 250 niños que viven en el vecindario. Sin duda, aquí tienen ustedes una vida de proporciones heroicas; pero Mabel, con su esposo, cinco gatos y un perro, insiste en que es “una vida ordinaria”.
IV. “Escuelas de Damas”
A pesar de que requiere una definición precisa por las mucha especies que contiene, básicamente el género de Escuela de Damas se refiere al desempeño de fuertes e inteligentes mujeres que se las arreglan individualmente para enseñar, tal vez, a ocho diferentes grados, bajo el mismo techo. Por la misma necesidad, las clases no pueden ser mayores de cinco o seis personas. Parecería que esta institución es eminentemente británica y que cuenta con una considerable tradición en México. De hecho, fue diseñada para proporcionar un nivel adecuado de educación básica para aquellos alumnos que necesitaban preparación previa, para ingresar a las escuelas privadas “públicas” en Inglaterra.
El primer ejemplo de una “Escuela de Damas” en la Ciudad de México fue la de Lillian Forsythe. Esta graciosa escocesa vivía en los relucientemente nuevos Apartamentos Condesa, en las calles de Mazatlán y Veracruz, en la Colonia condesa. Sus clases se impartían en un salón de su apartamento y, a pesar de que su grupo era pequeño, es sorprendente cuántos descendientes de las prominentes familias británicas recibieron su primera introducción a los “reyes y reinas” de Inglaterra en el “salón escocés” de Forsythe. En la fotografía de “F´sythe´s” se verán algunos muy reconocidos miembros de la comunidad británica.
Recientemente, Mabel Payne (Nock, de soltera), otra alumna de Forsythe, descubrió una copia del libro A First History of England (Una Primera Historia de Inglaterra) de 1912, con la leyenda “Propiedad de Mabel Nock” retrocediendo unos setenta años a la “Escuela de Miss Sythe”. Kay Lacaud y Arthur Turner tuvieron la distinción de ser los últimos pupilos de Lillian Forsythe, después de, tal vez, dos décadas de existencia como importante elemento de la comunidad británica.
Otro ejemplo perfecto de una “Escuela de Damas” aparece en el extremo opuesto de la escala cronológica, y es la de Mrs. Joan Comber (Robison, de soltera) quien recientemente, en 1986, se retiró después de 20 años de enseñanza en su propia escuela. Mrs. Comber, quien creció en la Ciudad de México, en donde su padre trabajaba con la Royal Insurance Company, pasó muchos años como maestra sustituta en las pequeñas escuelas inglesas que proliferaron en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Ella preparó a los niños Bourchier para aprobar los exámenes en Inglaterra; enseñó en el Windsor, había colaborado con Mrs. Atherton y Mrs. Bone, que tenían sus propias escuelas y también había impartido clases en Greengates, que estaba recientemente estableciendo su reputación académica.
Con este cúmulo de experiencia docente, Joan Robison, ahora Mrs. James Comber y madre de tres hijos, decidió abrir su propia escuela en la tranquila calle de Torrecillas, en las Lomas de Chapultepec. Decidió que su número máximo de alumnos serían 12, entre los 6 y los 15 años de edad. ¡No es difícil imaginar la lucha que significaba cada año obtener un lugar en la escuela de Mrs. Comber!
Durante una reciente conversación con esta distinguida dama, cuyo encanto y agudeza sólo ocultan parcialmente su brillante talento ejecutivo, Joan Comber admitió que los niños con problemas especiales de aprendizaje, como la sordera o la dislexia, ejercían en ella una poderosa atracción. Pero agrega: “el niño superdotado también requería de mucha de mi atención, pues también tenía problemas aunque de distinto tipo”. Cualquiera que sea la razón, su elección era muy cuidadosamente realizada y eran realmente afortunados los que recibían su influencia académica.
Mrs. Comber continúa llevando una gran carga de responsabilidad en la comunidad británica de hoy. Ella es Presidenta de la British Benevolent Society, además de pertenecer al grupo de directores de Amistad y de la British and Commonwealth Society. Adicionalmente, es la representante mexicana para reclutar alumnos para la Escuela Queen Margaret en Canadá. Nadie puede ser tan merecedor del premio M.B.E como ella, que lo recibió en 1967. Y, creámoslo o no, todavía realiza tutorías “en casos muy especiales”.
Había medio siglo de distancia entre la Escuela de Damas de Lillian Forsythe y la de Joan Comber. Durante esos años, literalmente hubo docenas de escuelas inglesas en la Ciudad de México, algunas por el origen del director o del personal docente y otras por un alumnado relativamente numeroso de anglosajones. Unas más se decían inglesas por el firme énfasis en el aprendizaje del idioma inglés. La ubicación de estas escuelas se distribuyó por las Colonias Juárez, Roma y Condesa. Algunas se mudaron a la parte sur de la ciudad, a San Ángel y a Coyoacán. Pero la mayoría de las escuelas, durante los años finales de las décadas de los cuarentas, cincuentas y sesentas se mudaron a las Lomas de Chapultepec. Esta área se desarrolló dos décadas después que la Roma y la Condesa y estaba relativamente alejada del centro urbano del momento. Leamos nuevamente la Guía de Terry de 1927 para tener una idea del establecimiento de esta nueva generación de escuelas administradas y creadas para comunidad inglesa:
“La Colonia de las Lomas de Chapultepec, una nueva e inusualmente atractiva colonia que ocupa más de 2,000 acres que anteriormente constituían la Hacienda Morales...es la más favorablemente ubicada de todas las colonias de la ciudad y, sin duda, está destinada a ser la más importante de la capital. Ocupa una posición dominante, por encima del nivel de la ciudad, en una ladera soleada, con una espléndida cadena montañosa a sus espaldas y con vistas que incluyen el castillo, el bosque, la amplia ciudad, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl y todas las gigantes montañas que rodean al valle.
“No podría imaginarse una situación más ideal para vivir...
“En pocos lugares del mundo se combinan la naturaleza y el arte de manera tan armoniosa como esta fresca, brillante y soleada ladera, en donde la latitud tropical es minimizada por una deliciosa altitud; en donde un maravilloso y semi-medieval castillo, palmeras y volcanes de cimas nevadas, chapiteles citadinos y lugares campestres sagrados, y una de las reservas boscosas más bellas del continente, son todos fragmentos de una vista completa”[1]
“Bayard Taylor pensaba que la vista más bella en el mundo era la del Valle de Cashmere y, después de ésta, el Valle de México desde las Lomas de Chapultepec”[2].
La escuela de Mrs. Atherton, fundada un poco después de la Segunda Guerra Mundial y localizada en el corazón de las Lomas, en la esquina de Sierra Madre y Monte Altai, pertenece a la categoría de “Escuela de Damas”. La Mrs. Atherton original, Ethyl, tenía dificultades para mantener a sus alumnos en el máximo legal de quince. En cierto punto, se encontró con el doble de esa cantidad; entonces, rápidamente apareció Joan Robison a escena y retiró el exceso ilegal a una nueva ubicación en Avenida Constituyentes. Una segunda generación de escuelas de Mrs. Atherton fue instituida por Violet Atherton, casada con el hijo de Ethyl, Frank. Se trataba de un pequeño jardín de niños situado cerca de la Avenida de los Virreyes, amplia y flanqueada de cipreses, también en las Lomas.
Existe al menos un ejemplo de escuelas con tres generaciones involucradas: Isabel Greensill, a quien conocimos como fundadora de la Escuela Windsor, seguida por su hija Isabel Greensill Oakley, quien fundó una gran escuela primaria en la región de San Ángel ¡y que actualmente es administrada por la hija de Mrs. Oakley, Marilyn Shaw!
Esta no es una lista completa. Muriel Bone, por ejemplo, tenía una escuela para niños pequeños, primero en Prado sur en las Lomas y después en sierra Fría. Probablemente, ella calificaría para la categoría de “Escuela de Damas”. Y justo cuando parecería que terminamos, la lista sigue creciendo inesperadamente a pasos agigantados:
“¡No olvides a la Escuela Gallup, en la Embajada Británica, administrada por las hermanas Blackmore!”
“¡La escuela de Mrs. Godoy, en Tamaulipas, en la Colonia Condesa. Un tal Mr. Cooper me enseñó todo el inglés que sé!”
“¿Por qué? Apenas el mes pasado recibí un folleto anunciando el plan de estudios de la Escuela Cambridge. ¡suena muy inglesa!”
“¡Seguramente has escuchado acerca de la Escuela Elizabeth Brock! ¡Era LA Escuela Inglesa!”
“Y también está Green Hills, una próspera y contemporánea escuela, que ondea la bandera inglesa junto con la mexicana y rinde homenaje a la Reina”.
No, esta avalancha de escuelas con orientación británica en México no muestra señales de disminución. ¿Qué mejor tributo que éste podría hacerse a la alta estima con que cuentan los métodos educacionales ingleses entre este pueblo?
V. Escuelas y Tutores Privados para Varones
En general, había más niñas que niños en la Ciudad de México que buscaban educación en las escuelas inglesas, por la ya mencionada razón de que los chicos británicos abandonaban el nido al cumplir los ocho años. Antes de ser aceptados en una de las grandes escuelas públicas en Gran Bretaña, estos chicos tenían que lograr un cierto nivel de desempeño académico y, por tal propósito, un gran número de tutores llegó a México. Uno de los primeros que llega a la mente es el nombre de Patrick O´Hea, quien arribó en 1910 como tutor de los dos niños Martínez del Río, quienes se estaban preparando para estudiar en Inglaterra. Sucedió después que Don Pablo Martínez del Río “se llevó todos los primeros lugares en Oxford”*, de manera que la preparación de Mr. O´Hea debe haber sido excelente.
Justo como en el caso de muchas de las “Escuelas de Damas”, estos pequeños grupos de niños han desaparecido, excepto en los recuerdos de los que formaron parte de ellos en su lejana juventud. Una de las más permanentes de estas escuelas de varones, que estudiaban tanto para partir a Inglaterra como por estar muy interesados por aprender a hablar inglés, era conocida como la Escuela Inglesa. Fue fundada por Mr. John Charteris durante los años treinta y se estableció en la “vieja casa López Negrete”, en Reforma y Río Tíber. Mr. Roger Charteris, el hijo del fundador, también estaba involucrado con la escuela y vive en la Ciudad de México. Sus problemas de salud impidieron una entrevista con él pero, sin duda, sería una excelente fuente de información acerca de esta escuela en particular, así como de otras de la época.
Otra escuela para varones durante los años treinta era conocida como el Colegio Gordon. Su director, un tal Mr. Porteus, relacionado con la prominente familia Lacaud, operó su institución en la Colonia condesa, en donde convergen las calles de Mazatlán y Veracruz, muy cerca de los viejos apartamentos Condesa de la fama de Lillian Forsythe, una década antes.
Después del nombre de Patrick O´Shea como tutor privado, aparecen dos más de importancia casi similar. Mr. Adcock, quien fue mencionado anteriormente como maestro en la Escuela Pryce-Jones, interrumpió todo contacto con las jovencitas, a quienes detestaba abiertamente, y dedicó su magnífico talento a enseñar a los niños ingleses y a prepararlos para sus exámenes de admisión. Cómo habrán admirado a este inteligente gigante, quien también medía 6 pies con 8 pulgadas, los Clifford, los Atherton, los Turnbull y los Turner.
El segundo gran nombre entre los tutores privados en la ciudad de México corresponde a Charles O. Robson. Durante más de 50 años, este erudito educador engalanó la escena, abriendo pequeñas escuelas, primero en lo que ahora es la Fuente de la Cibeles, en la calle de Durango, en la Colonia Condesa, y después en Coyoacán. Mr. Robson había sido amigo de Mrs. Maddox y, como ella, era un devoto católico romano. De hecho, había estudiado para ordenarse como sacerdote. Era guapo, según algunas personas, pero nunca se casó. Y era muy activo, pero nunca fue financieramente solvente. La British Benevolent Society siempre llegaba al rescate de Mr. Robson, después de que él se había excedido en gastos ¡por un libro o un documento raro! Su contribución a la comunidad británica no puede ser sobreestimada, particularmente con la fundación del movimiento de Boy Scouts. Muy admirado por mucha, mucha gente, Mr. Robson era, ante todo, un intelectual y un ser humano sumamente gentil. Se sabe que Mrs. Norman Ching, quien se hizo cargo de Mr. Robson durante sus últimos años, le tejió un suéter muy colorido y bello; no pasó mucho tiempo antes de que él lo regalara, junto con casi todas sus posesiones, a “un pobre indígena que lo necesitaba más que yo”.
VI. El Instituto Anglo-Mexicano de Cultura
Una de las más influyentes organizaciones educativas británicas en México, y perteneciente a una categoría totalmente propia, es el Instituto Anglo-Mexicano de Cultura, A.C. Su propósito original es fortalecer y mejorar las relaciones culturales entre México y Gran Bretaña. Si juzgamos las siguientes estadísticas, parece ser que ha cumplido admirablemente su misión:
Seis sucursales “mini-anglos” en México (Distrito Federal, Puebla, Guadalajara, Monterrey, Mérida y Toluca).
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Seis establecimientos en la Ciudad de México y sus alrededores, desde Coyoacán hasta Satélite y más allá.
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22 mil alumnos inscritos.
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Una biblioteca de 20 mil volúmenes.
Esta organización no lucrativa fue fundada en 1943 y se localizaba originalmente en la calle de Pánuco, una muy bella área residencial en la Colonia San Rafael, en aquel tiempo. Dentro de su primera década de existencia, el instituto había superado la capacidad de la vieja casa en Pánuco, y se adquirieron más locales en la esquina de Maestro Antonio Caso (anteriormente la calle de Artes) y Altamirano. Antes de esta compra, y probablemente sin conexión alguna con ella, esta misma esquina había sido la ubicación de la Clínica de Lady Cowdray*, que fue la predecesora del American-British-Cowdray Hospital (Hospital ABC).
Desde luego, la actividad principal del Instituto Cultural es la promoción del idioma inglés, tanto directamente entre los estudiantes como en el entrenamiento de maestros de inglés como lengua extranjera. Es el único centro reconocido para los exámenes de Cambridge y de la Royal Society en México. Durante los años recientes, se han incorporado cursos de español al plan de estudios, como expresión de reciprocidad.
Operando en cercana asociación con el Consejo Británico, el Instituto ofrece muchas atracciones culturales a la comunidad británica, como conciertos, representaciones teatrales, exhibiciones de arte y películas.
Además de estas actividades, el “Anglo-Mexicano” también es anfitrión de personas que llegan de Gran Bretaña para visitar México. Y, como muestra adicional de intercambio cultural, el Instituto organiza becas para estudiantes mexicanos que desean estudiar en el Reino Unido.
Oficialmente, el Instituto se encuentra en su cuadragésimo quinto año de existencia. Fue legalmente constituido en 1943, a pesar de que no fue inaugurado sino hasta 1944, cuando el presidente mexicano, el General Manuel Ávila Camacho y el Embajador Británico, H.D. Sir Charles Bateman, acudieron a la ceremonia de apertura. Con el paso de los años, el Comité de Directores ha sido conformado por los más importantes miembros de la comunidad británica, así como por distinguidos mexicanos. Los nombres son muy numerosos para mencionarse aquí, pero es una impresionante lista de caballeros que unieron las fuerzas de dos culturas distintas para promover metas comunes. Sería imposible exagerar la positiva influencia de esta laudable institución.
VII. Escuelas Británicas en “Provincia”
¡Este es un ángulo del tema general de las escuelas británicas en México que proporcionaría interminables horas de divertida investigación! Idealmente, el investigador contaría con el tiempo y los medios para viajar a algunas de las regiones de la República Mexicana, pues es en ellas en donde los campos petroleros, las ciudades mineras, las fábricas textiles y las operaciones agrícolas se encontraban con frecuencia bajo dirección inglesa. Las comunidades aisladas en la región de Orizaba, la refinería de petróleo en Minatitlán, Veracruz, la planta de cemento Tolteca en Tula, Hidalgo, la planta de energía eléctrica de Necaxa, en el montañoso terreno de la zona norte del estado de Puebla; todas estas localidades y muchas, muchas más eran concentraciones de familias inglesas y canadienses y esa gente estaba realmente interesada en proporcionar una educación inglesa a sus hijos, en preparación para su regreso a las islas británicas.
Estas intemporales y rústicas áreas no eran atractivas para las institutrices y los tutores privados. Era un ambiente apropiado para las “Escuelas de Damas” y, de hecho, éstas florecieron si la comunidad era suficientemente afortunada para contar con la mujer que deseara y pudiera desarrollar esta ardua tarea. Una de esas valientes maestras de escuela de provincia fue Mrs. Mabel Payne, a quien conocimos anteriormente, aunque en un contexto distinto*. Durante los años cincuenta y sesenta, Mabel pasó nueve años enseñando en Taxco, Guerrero, y ocho en Parral, Chihuahua, a niños de todos los grados escolares, hijos de los mineros ingleses, canadienses y norteamericanos. ¡Y si Mabel Payne fuera persuadida de hacer un recuento de sus aventuras como “escuela ambulante” en aquellas aisladas regiones, seguramente respondería con algunas alegres anécdotas!
Como ya se ha dicho anteriormente, este aspecto de la educación británica en México tiene mucha riqueza potencial y merece mayor atención de la que está recibiendo en este breve ensayo. Otra fuente de información al respecto es Mrs. Joyce Cedervall (Hamer, de soltera), quien impartió clases en la planta Tolteca en Tula, en donde es cariñosamente recordada hoy en día.
VIII. Tradiciones Continuas
¿Y cuál es la situación actualmente? Es difícil percatarse de lo reducida que es la comunidad británica actualmente, comparada con hace veinte o treinta años, si uno solamente juzgara con base en las escuelas británicas en existencia y prosperidad actual. Desde el diminuto jardín de niños en la Iglesia de Cristo, en las Lomas de Chapultepec, hasta el impresionante campus de Greengates, en el periférico distrito de Balcones de San Mateo, a unos 15 kilómetros hacia el noroeste de la ciudad, todavía se encuentran escuelas británicas en abundancia, a todos los niveles y en todas las secciones de la ciudad. Las Lomas es todavía una zona famosa. Ahí está la “Escuela Lomas Altas” de Mrs. Jackie Gay, con un programa completo de música, arte, teatro y computación, además de cursos de inglés para los grados de maternal, jardín de niños y primaria. Está la escuela Roath en Lomas Altas, de Rosalie Heather, y la Escuela Inglesa de Mrs. Reed en Lomas Virreyes. Estas tres escuelas han demostrado ser muy efectivas en la enseñanza del inglés a niños que provienen de hogares de habla española y que, de otra manera, tendrían muy pocas oportunidades de aprender el idioma.
Tres escuelas principales constituyen los centros más importantes de instrucción inglesa en la Ciudad de México. (éstas son adicionales a la gran Academia Maddox y al Colegio Williams, que están muy vigentes hoy en día y a los cuales ya hemos descrito anteriormente en este ensayo). Coincidentemente, cada una de estas tres escuelas está localizada en un extremo de este conglomerado citadino, como para servir más eficientemente a la comunidad británica.
1. Escuela Greengates
De estas tres instituciones principales, la Greengates fue la primera en ser fundada, en 1951, por Edward Foulkes, entre otros maestros. En el Directorio Anglo-Americano de 1957-1958, se señala que su dirección es Reforma 1560. Para 1970, la escuela había crecido enormemente, superando los mil estudiantes y representando a cuatro nacionalidades. Así, parecía necesario un campus de mayor tamaño. Un visitante actual no puede evitar impresionarse por los bellos derredores de la Escuela Greengates, así como por el eficiente complejo que contiene laboratorios, una biblioteca, un auditorio, un gimnasio y una alberca. Su conveniencia para los ingleses se magnifica por su cercanía con el Club Atlético Reforma. El nombre de Henry H. Coelho figura de manera importante en la historia de Greengates. Él ha sido director de la escuela durante más de 20 años. De Acuerdo con Mrs. Susan Martínez Mayer, directora, la mayoría de los maestros son ingleses y siguen los patrones británicos de enseñanza.
2. El Colegio Británico, también conocido como la Academia Edron
Después de participar en la fundación de esta extraordinaria escuela, Edward Foulkes, en conjunto con Ronnie Steck, abrió un segundo centro de aprendizaje, “El Colegio Británico”, tal vez mejor conocido como el “Edron” en honor a sus fundadores. Esto ocurrió en el año de 1963 y se pretendía que fuera para niños que irían a Inglaterra a terminar sus estudios. Primeramente ubicado en el área de San Ángel, al sur de la ciudad, ahora se ha mudado a una espaciosa propiedad desde donde puede verse el valle, a medida que uno asciende por el viejo camino al Desierto de los Leones. El nombre de Mr. John Duncan figura de manera sobresaliente en el desarrollo de esta escuela. Como la Greengates, el Edron ofrece laboratorios muy bien equipados e instalaciones bibliotecarias adecuadas.
3. La Escuela Lancaster
La tercera integrante de este trío contemporáneo de escuelas británicas en la Ciudad de México es la Escuela Lancaster. Si la siguiente generalización no es erróneamente amplia, podría clarificar las posiciones relativas de estas tres grandes escuelas: Greengates parecería ser la más internacional de las tres, el Edron el más británico y el Lancaster el más bi-cultural. Su orientación es tanto británica como mexicana, sus maestros son tanto ingleses como mexicanos. Una ex-alumna de la Maddox recuerda: “Sabíamos todo acerca de la Tea Boston Party, ¡pero literalmente nada acerca de la historia mexicana!” Esto nunca se diría del Lancaster. Cuenta con 500 estudiantes. Un bello folleto que describe a la escuela, muestra al águila mexicana conversando con el león británico, de lo cual es obvio que la amistad entre los dos países es enfatizada y se motiva el intercambio bi-cultural. El escudo de la escuela, la Rosa Roja de Lancaster, parece apropiada para esta institución, que está establecida en 5 mil metros cuadrados de jardín, en la folklórica plaza de Tlalpan, en el perímetro sur de la Ciudad de México. A pesar de haber sido fundada hace sólo diez años, la Escuela Lancaster ya ha dejado su huella en la comunidad.
Si, como ya se ha dicho, “la imitación es la forma más insidiosa de lisonja”, entonces, sin duda, los británicos tienen toda la razón en sentirse orgullosos de su papel en el proceso educacional mexicano, de cien años de antigüedad. Y justo cuando esta admitidamente incompleta discusión estaba en camino al editor, apareció en el horizonte la “Escuela Inglesa Kent”. Incluso si suena más inglesa de lo que probablemente sea, obviamente persiste el prestigio asociado con una escuela inglesa ¡y, de hecho, la pequeña mexicanita que estaba describiendo a la “Kent”, hablaba en muy buen inglés!
Virginia G. Young.
Enero de 1989 – Ciudad de México
ESCUELA FORSYTHE
(Inserto. Miss Lillian Forsythe)
(Inserto. La Escuela de Miss Forsythe)
Fila superior a la izquierda: Nancy Turner
Segunda fila desde arriba: Trixi Carr, Florence Murray.
Fila media: Sheila Carr (a la izquierda).
Segunda fila desde abajo: Milly Kerse (segunda de la izquierda), Miss Forsythe y Miss Powers.
ESCUELA MADDOX
(Inserto. Mrs. Jessie Sampson Maddox)
(Inserto. Maestros en la Escuela Maddox)
(Inserto. Mrs. Doris Marion Angell)
(Inserto. Miss Susana Montes de Oca)
LA ESCUELA BRITÁNICA, DÍA DEL IMPERIO, 1929
(Inserto)
“PRYCE-JONES”
LA ESCUELA BRITÁNICA, DÍA DEL IMPERIO, 1929
Fila superior (de izquierda a derecha):
Verna Bryden, Patsy Grover, Rose Robertson, Inés Paterson, Lucy Quintanilla, Stella Pool, Ann Weldon, Irene Branch, Kathleen Lacaud, Barbara Adams, Marion Branch, Alice Pool, Graciela Ruiz, Mary Rovalo, Alex Maulinaux, Beatriz Llamosa, Cecilia López Negrete.
Segunda fila (desde arriba):
John Robertson, Lionel Emeno, John Weldon, Arthur Turner, Trevor Hollick, Fred Nicholls, Douglas Paterson, Noel Branch, Douglas Forbes, Mauricio Gerdes, Juan José Ruiz, Lionel Broocks, Teddy Nothey, Jimmy Kuhn, Diego Morena, Robin Turnbull.
Fila media:
Billy Delano, Hester Jackson, Malu Alducin, Consuelo Alducin, Gladys Barnett, Cuca Aguayo, Consuelo del Campo, Jean Weber, Miss Lee, Mrs. Hart, Mrs. Luisa Campos, Tere Kuhn.
Cuarta fila (desde arriba):
Freddy Pool, Frankie Meckel, John Grover, Hilda Branch, Silvia Aguilar, Jackie Forbes, Anne Michael, Billy Emeno, Félix Turnbull, Charlie Robertson.
Fila frontal:
Helen Hart, Susana Obregón, Jocelyn Hart, Antonio Haas, Nena Carrington, Stella Aguilar, Carmencita Ruiz, Annette Meckel, Pat Wynne, Cecilia Camú, Susan Carey, José Camú.
(Inserto. “Pryce-Jones”, 1929)
HELEN HERLIHY HALL
(Inserto. Miss Mary E. Stapleton. Directora)
(Inserto. Montando a Caballo)
María Cristina Márquez, Rosario Centeno, Adela Centeno, Magdalena López, María Álvarez Icaza, Elena Torres, Sr. Nicanor Reyes, Margarita Bretón, Zoila Hernández.
(Inserto. Vista del “Ángel” desde el Herlihy Hall)
(Inserto. Helen Herlihy Hall, 1937)
* Diccionario Brewer de Frases y Fábulas: Definición: No hacer caso.
Origen: Los ciudadanos de Coventry odiaban a los soldados durante cierto período. Si se veía a una mujer hablando con alguno de ellos, al instante se hacía prohibida. Por lo tanto, un soldado que era enviado a Coventry era aislado de cualquier interacción social.
* Mrs. Joan Comber (Robison, de soltera)
[1] Ibid. Página 390a.
[2] Ibid. Página 391.
* John Adolph, Mary, Edward, Anna, Rose, Charles, Sophie y Sarah.
[1] Byrd Simpson, Leslie, Many Mexicos (Muchos Méxicos). Página 260-261.
[2] El censo de 1900 de la Ciudad de México, mostró 368,177 habitantes; para 1911, esta cantidad se había incrementado a 470,679; en 1927 eran 615,367 habitantes. Terry´s Mexico. Handbook for Travellers (El México de Terry. Cuaderno para Viajeros), por Phillip Terry. Página 251.
[3] Ibid. Página 225.
[4] Ibid. (Edición de 1927). Página 263
* Actualmente es la Plaza Río de Janeiro.
[5] Ibid. Página 390a.
* Our Family – An Unfinished Adventure (Nuestra Familia – Una Aventura sin Terminar), por Helen Cooper (Lacaud, de soltera). Southern Press, Inglaterra, 1987.
* Mrs. Helen Morgan (Phillips, de soltera)
** Mrs. Ernest Cooper, enero-febrero, 1988. En una carta a la autora.
* Citado en una carta a la autora, escrita por la eminente autoridad en arquitectura colonial, Bernard Bevan, en 1988.
* Organizada y financiada por Annie Cass Pearson (quien posteriormente se convirtió en Lady Cowdray) en 1917, para el cuidado de la colonia anglo-americana.
* Ella fue la niña de cuatro años que se hizo experta en tejer encajes bajo la enseñanza de monjas francesas, en el College Saint Joseph, en la calle de Ribera de San Cosme.